De sabios es reflexionar...



"Es muy peligroso, Frodo, cruzar la puerta", solía decirme. "Vas hacia el Camino, y si no cuidas tus pasos, no sabes hacia dónde te arrastrarán".

Frodo Bolsón, citando a su tío Bilbo.
El Señor de los Anillos. J.R.R. Tolkien

miércoles, 28 de octubre de 2015

Roma-Firenze Oct. 2015. Día 4. Mucho más que piedras.

Las piernas ya pesan toneladas. Hoy no era día para madrugar, aun así, las 9 llegaron demasiado pronto. En cualquier caso, el último regalo sin abrir de este viaje me estaba esperando, al final de la Via Cavour...desde hace 2000 años. He comenzado mi viaje a través del tiempo en el arco de Tito, puerta de entrada a los Foros Imperiales, para ir descubriendo, paso a paso, a traves de la Via Sacra, todas las maravillas conservadas en este valle que separa el Campidoglio del Colosseo. La Basilica de Magencio, el templo de Vesta y la casa de sus Vestales, el templo de Antonino y Faustina, lamentablemente reutilizado en iglesia barroca, pero afortunadamente también, ya que ello propició que se conservase mejor, la basílica Giulia (del señor Julio César) o la basilica Emilia, y al final el arco de Septimio Severo. En fin...pasear por la cuna donde nació gran parte de lo que somos, imaginar gente en peplum y togas sujetas con el antebrazo, hablar todos en latín...un sitio donde cada piedra transpira historia. Ajustado por la hora de visita al Coliseo, he paseado por el laberinto del Palatino, bastante peor conservado que los foros,donde cuesta imaginar qué hubo allí mucho más. Triste, pues esta colina Palatina es realmente la cuna de Roma, donde comenzó todo lo que llegaría a ser un imperio. Y finalmente, el Anfiteatro Flavio. Comúnmente conocido como Coliseo, por el Coloso enorme de Neron erigido en su lado noroeste. A poco que le pongamos algo de imaginación aderezada por Hollywood, podemos escuchar rugir a las fieras, entrechocar las espadas de los gladiadores y gritar agonizando a los sentenciados. Una sola pega...demasiada gente.
Una vez exprimidos los encantos de la antigua Roma, toda la tarde por delante sin nada concreto que visitar. Comenzar con el Moisés de Miguel Ángel en San Pietro in Vincoli no está nada mal. Y un capuccino en la cafetería del altar de la patria en Piazza Venezia también es buena manera de hacer sobremesa, sin duda. De ahí, he seguido el Corso Vittorio Emanuele II, para ir haciendo paradas en otras iglesias con encanto. La primera, El Gesú, donde reposa San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas. La segunda, por motivos personales que no vienen al caso, la Chiesa Nuova o Santa Maria in Vallicella, cuna del Oratorio de San Felipe Neri, y tumba de éste.
Tras anochecerme en esta última, he cruzado el Tiber por Ponte Sant'Angelo, para ir rumbo norte y descubrir el espectacular Palacio de Justicia de Roma. Y finalmente, regreso por mi querida Piazza Navona, Fontana de Trevi (ya no tiene ningún andamio, la abrirán en breve...!tendré que volver a verla!) y Via del Tritone...a Termini. Esto se termina...pero me queda una mañana y poco más. ¡A descansar ahora!

Roma-Firenze Oct. 2015. Día 3. Firenze...única.

Es fácil quedar defraudado si se generan muchas expectactivas. Y las mías con Florencia eran muy altas. Sin embargo, se han visto más que cumplidas.
Hoy tocó madrugar más de la cuenta, para coger el tren en Roma Tiburtina rumbo Firenze St. Maria Novella sin contratiempos. Con una puntualidad más británica que italiana, el Frecciarossa llegaba a la hora prevista a destino. Desde ahí, mi primer intento ha sido ver el famoso David de Miguel Ángel, en el museo de la Academia. La cola que ya cubría media manzana me ha hecho desestimar la visita...y es que siempre hay que dejarse algo, para poder volver. Sumo a ese "algo" la galería Uffizi y su Nacimiento de Venus de Botticeli, por los mismos motivos. Librado de esperas, la primera parada ha sido el Hospicio de los Inocentes, orfanato histórico de Florencia, donde aun conservan la "ventana de entregas", afortunadamente ya tapiada, para dejar en el anonimato a los recién nacidos inoportunos. Desde ahí, mis pasos se han dejado guiar por la omnipresente cúpula de Brunelleschi, hacia la catedral, Santa Maria del Fiore. La belleza exterior de esta catedral, adornada en mármol de los tres colores de la bandera italiana, contrasta con la sobriedad y simpleza de su interior, y resulta llamativo precisamente que no lo sea.
Buscando por tanto algo que sí lo fuese, me he dirigido a la Basílica de Santa Croce. Esta iglesia cercana al Arno guarda tesoros que pocos conocen, a juzgar por la ínfima cantidad de visitantes con los que me he topado. Pero lo más sobresaliente de dicha iglesia son las tumbas de tres genios reconocidos universalmente. Galileo Galilei, acusado, perseguido y finalmente "perdonado" por la Iglesia, tiene aquí su reconocimiento, pese a descansar "eternamente" durante un buen tiempo en una capilla escondida y minúscula de la iglesia, hasta ser trasladado a su lugar actual. Nicolás Maquiavelo, pese a su apellido, tambien encuentra su reposo en esta basílica. Y por último, ayer disfrute de una de sus obras cumbre, en la Capilla Sixtina, y hoy he podido presentar mis respetos en su tumba a Michelangelo Buonarroti. Impresionante también el túmulo (pero no tumba real) a Dante, y la figura precursora que sirvió como modelo para la famosa Estatua de la Libertad de Nueva York.
Una vez finalizada la visita a Santa Cruz, el hambre ha hecho su entrada en escena, y deambulando de un lugar a otro, me he topado con un puesto callejero donde servían "panino con lampredotto". La curiosidad y la buena pinta que tenia el bocadillo me ha hecho degustar uno de los bocados típicos de Florencia. Realmente son callos cocidos con salsa verde y picante, en bocadillo. Callos a la florentina. Muy buenos, y si los comes sentado en la Logia de la Signoria, bajo la estatua de Perseo frente al Palacio Vechio, saben mucho mejor. Con el estomago restaurado, he ido a cumplir con la tradición de dar una moneda de comer al Porcellino, para asegurarme la vuelta a Florencia. Desde ahí, a través de la Piazza de la Signoria y los Uffizi, he desembocado en la orilla del Arno, al que he acompañado hasta el precioso Puente Vechio. Es una maravilla verlo de lejos, con las joyerías adosadas a sus costados, y es un viaje al pasado atravesarlo, imaginando los duelos a florete que más de una vez se habrán librado en él. Una vez cruzado el Arno, los pasos a través del barrio de Oltrarno me han llevado a la casa de los Médici, el Palazzo Pitti. Y desde ahí, siguiendo la ribera sur del Arno, poco a poco he ido ascendiendo hasta la Piazza de Michelangelo.
He gastado un par de horas en ella, y aun me han parecido pocas. Sin nada que hacer, solo disfrutar. Una bolsa de patatas sabor carbonara (hemos de importar esto), 3/4 de litro de Birra Moretti, una guitarra de fondo, y a mis pies Florencia anocheciendo poco a poco. El hechizo estaba hecho. Contra mi voluntad, una vez escondido el sol por completo, he desandado mis pasos, redescubriendo la ciudad de noche, más bella aun si cabe. Finalmente, cumplida visita al estadio de la Fiorentina, Artemio Franchi, he cogido mi tren de vuelta a Roma en Firenze Campo Di Marte. Un día largo...pero inolvidable. Grazie Firenze.
Mañana no viajamos en tren...¡viajaremos en el tiempo!

lunes, 26 de octubre de 2015

Roma-Firenze Oct. 2015. Día 2. Casa di Dio.

Si Dios tiene una casa en la Tierra, ha de ser esta, no me cabe duda.
Hoy comencé la andadura pronto, pero no mucho, a las 8:30 ponía rumbo Vaticano. Una hora de paseo a través de esta ciudad malvada, que intenta hacer que te detengas a cada paso para inmortalizar alguna estampa, ya sea en foto o en la retina, y he llegado a la primera parada del día, Ponte Sant' Angelo.  Custodiado a cada lado por figuras de ángeles que le dan nombre, desemboca en el castillo homónimo, Castelo Sant'Angelo. Impresionante fortaleza circular, coronada por San Miguel espada en mano, impresionaría mucho más si no estuviera tan cerca de mi destino hoy. Desde el propio puente se adivina la Via della Conciliazione, y al final de ella, la Plaza de San Pedro, presidida por la Basílica del mismo apóstol. La mirada se desvía involuntariamente hacia la enorme cúpula, haciendo menos caso del debido al citado castillo. Pasos impacientes como de niño que va al parque de atracciones me han llevado hasta un nuevo país, el Vaticano. Eran las 10 de la mañana. Aun me duele la mandíbula, no he podido cerrar la boca hasta un par de horas después de haberme ido de allí. Faltan palabras para describir la grandeza, grandiosidad, espectacularidad, belleza, armonía, y así podría estar una hora, de este lugar. He hecho una media hora de cola para acceder a la basílica...y se me ha pasado en un suspiro admirando las columnatas, las estatuas, las fuentes, la fachada...¡todo! La espera también se ha hecho más amena al coincidir mi viaje con la peregrinación mundial del Pueblo Gitano al Vaticano. No, no es una broma, y adjunto la prueba http://es.radiovaticana.va/news/2015/10/22/un_gran_número_de_fieles_del_pueblo_gitano_llegan_a_roma_y_s/1181164 .
La primera atracción ha sido subir a lo alto de la cúpula. Dos opciones para superar los 551 escalones que me separaban de ella: 8 euros y ahorrarme unos 200 escalones en ascensor, 6 euros y subirlos todo a pie. La segunda, por supuesto. Dos euros más para gastar en helados. Una vez escalada esta subida infernal (pero celestial), las vistas son de las que se guardan para siempre en la memoria. Roma entera a mis pies si miraba al este, el pequeño Vaticano si volvía la vista al oeste. Sensación de vértigo, de pequeñez y a la vez de grandeza.
Descenso vertiginoso, y directo a la segunda atracción, la Basílica de San Pedro. Las dimensiones de este sitio son inabarcables. Mire donde mire, todo son detalles, arreglos, adornos y remates, y todos hechos con suma perfección. Pero hay tres obras que brillan con especial luz. La Piedad, de Miguel Ángel, en la primera capilla de la nave derecha, atrae la atención antes de dejarse ver. Es bella por sobria y por perfecta. Contrasta por tanto con el desmedido barroquismo de las otras dos luces, ambas, igual que la propia plaza, obras de Bernini. La primera es el Baldaquino, que se eleva sobre la tumba del apostol. La otra es la Cátedra de éste, en el ábside, al fondo de la basílica. Dicen que bajo todo el bronce barroco aun está la silla de madera que empleó Pedro. En cualquier caso, ambos monumentos son guindas perfectas al pastel vaticano. Tras unos pedazos de pizza al taglio, tercera atracción del día. Museos Vaticanos. Un dato para describir qué pueden encerrar estas estancias: entré a las 13:30. He salido a las 17:30. Y porque las piernas me decían que ya era suficiente. Escultura, pintura, historia, curiosidades...todo tiene cabida en este lugar. Pinturas de algunos señores como Rafael, Caravaggio, Tiziano o Leonardo da Vinci, momias del antiguo Egipto, una camiseta firmada por dios (Maradona, no se asusten) e incluso un volante de un Ferrari F1. Y la joya de la corona. La Capilla Sixtina. Lástima que esté tan masificada. El lugar respira arte e historia a partes iguales. Concilios y frescos, tanto la obra de Miguel Ángel como las elecciones papales que han tenido lugar en esa sala, hacen que me sienta en uno de los epicentros de la Historia. Cuando he salido por las puertas de los museos, he sentido esa sensación de tristeza del niño que se va del parque de atracciones. Me he ido a reposar las penas a la Plaza de San Pedro, viendo anochecer sobre la basílica, haciéndola la noche más bella si cabe.
Y regreso a Termini, a descansar, redescubriendo la ciudad sin el sol,cenando unos verdaderos tagliatelle alla carbonara en Piazza Navona (absolutamente nada que ver con los que comemos en España).
Mañana toca coger el tren, mañana no hay Roma.
Buona sera!

domingo, 25 de octubre de 2015

Roma-Firenze Oct. 2015. Día 1. Plazas, fuentes...Roma.

El día ha comenzado muy pronto. Aun no era tal de hecho, la noche cerrada no ha abierto hasta mitad de vuelo. Esta vez el destino es... Roma, La Ciudad Eterna.
Nada destacable del viaje, salvo decir que Ryanair se ha adelantado 20 minutos sobre la hora prevista, oh sorpresa.
Hecho el check-in de rigor en mi hotel-hostal-casa compartida, primera sorpresa, muy agradable. Pese a que el edificio se cae a pedazos, tengo una habitacion enorme, una cama enorme y un wifi más que aceptable. No pido más.
Al lío, que me lío, valga la redundancia. Hoy ha sido una jornada de toma de contacto, de sopesar al rival y ver sus carencias y sus puntos fuertes. Anticipo...el rival es potentísimo. La primera parada me ha llevado a una de las incontables obras que un genio llamado Bernini dejó en esta maravillosa ciudad. El Éxtasis de Santa Teresa (la nuestra, la de Ávila), bien puede dejar en idéntico estado al que la contempla. No he podido más que seguir los pasos de este genio hasta piazza Barberini, donde el Tritón bebe incesante sostenido por delfines. Siguiendo la Via V. Veneto, escenario que un tal Fellini inmortalizó en La Dolce Vita, he descubierto una maravilla poco conocida, o al menos no bien ponderada. Villa Borghese, pulmón verde al norte del norte romano, esconde sorpresas tales como una fiel recreacion del Globe shakesperiano...y unas vistas increíbles sobre la piazza del Poppolo y la inmensidad de cúpulas y campanarios romanos, dominados todos bajo la única de las cúpulas que, curiosamente, no es romana. San Pedro vigila cada punto de la ciudad desde más allá de la frontera vaticana.
La via del Babuino (curioso nombre, tendré que investigar el origen) me ha llevado desde la piazza del Poppolo y sus gemelas iglesias hasta la Scalinata di Spagna. Pequeña decepción, ya que está en obras (como una tercera parte de toda esta bendita ciudad), y la gente no abarrotaba sus infinitos escalones, llenándola de lo que imagino la hace especial...vida. Callejeando por via dei Condotti y Corso, admirando la Colonna de Marco Aurelio, he desembocado en la archifamosa Fontana de Trevi. Segunda pequeña decepción. Seguro que ya adivináis por qué. Está en obras, por supuesto.
Ni moneda, ni ná de ná. La fachada es sublime, eso no se puede dudar, pero si la gente hace especial Piazza Spagna, el rumor del agua hace especial Fontana di Trevi...y hoy no hubo agua. A partir de aquí, la Roma auténtica y moderna (comparada con la antigua, la de los emperadores). Callejeo hasta Piazza della Rotonda, para regatear por un selfie-stick (complemento perfecto viajando solo) y abrumarme con el Panteon de Agrippa. Enormidad, Historia (con mayúscula), Belleza y Grandiosidad. Es el edificio de la Roma antigua que mejor se conserva, y ya le contemplan 2000 años. El oculo gigantesco que se abre en la bóveda vigila incensante los ojos del Inferno que se abren en el suelo. Sublime. Y más sublime aún mi siguiente parada, Piazza Navona. Lo que fue un circo en tiempos, ahora es, a mi parecer por lo visto de momento, la plaza más bella de Roma. La fuente de los cuatro ríos (Bernini, por supuesto), la iglesia de Santa Agnes, la luz, el olor a café, el ruido del agua y la gente...lugar especial sin duda. En competencia, pero sin llegar a la altura, Campo di Fiori es otra recoleta plaza de la judería romana que acoge al viajero con espiritu italiano, dulce...pero con mucha espuma, como el Capuccino que he disfrutado en ella. Desde ahí, he cruzado el Tíber para callejear por el barrio Trastevere. Gran sorpresa del día. Calles antiguas, típicamente italianas, adornos florales en cada esquina, músicos callejeros cada 100 metros...aire bohemio y romano a la vez. Una maravilla. Para acabar el día, he vuelto a cruzar el Tiber, haciendo parada obligatoria en la turistada de turno...La Boca de la Vérita. Famosa tapa de alcantarilla de tiempos imperiales, afortunadamente no me ha mordido la mano. Pero la cola de media hora me la he chupado. Gustosamente, por qué no decirlo, también se viene a turistear como un guiri más. De ahí, paseo por lo que fue el Circo Maximo, lugar de disfrute canino actualmente, pero si dejas volar la imaginación...ver rodar las cuadrigas en él tuvo que ser sobrecogedor. Breve visita al Campidoglio y la Piazza Venezia, paseo por los foros...y último sabor agridulce del día...el Coliseo. Efectivamente. También en obras. Pero aun así...impactante, muy bello a la noche...y dejándome con muchas ganas de exprimirlo a la luz del sol. Pero eso será otro día...Hoy lo he cerrado degustando una cerveza típicamente...irlandesa (Kilkenny) gracias a la recomendación de la media parte que me falta en este viaje (te extraño amigo!!). Ahora a descansar...que mañana tengo una cita espiritual con El Jefe...¡hasta mañana!

jueves, 23 de julio de 2015

Formentera

Aquí os dejo un pequeño relato autobiográfico y algo melancólico...pero muy oportuno para estas fechas, y su versión resumida en 500 caracteres, a modo de reto de capacidad sintética, para un concurso de El País. 

Dejaos llevar por la imaginación...y volad conmigo a Formentera.

VERSION RESUMIDA EN 500 CARACTERES...para los impacientes.

En segundos repasé mentalmente los últimos diez días en el paraíso.Dos faros unidos por una  franja de tierra.La Mola.Barbaria.Ojos inundados de mar y cielo.Lucía y el Sexo,Paz Vega alejándose del faro en moto.Puestas de sol eternas.Aletas de buzo.Azul.Cala Saona,con aguas llenas de vida.Aventuras en Illetes.Cenas chinas en Es Pujols.Barbacoas hispano-holandesas.Fiestas en Sant Francesc,fuegos artificiales,actúa Marlango.Regresar a Madrid con Leonor Watling en el avión. Formentera...el paraíso.

VERSION COMPLETA.

Como siempre, su maleta salía la última en la cinta transportadora. La recogió con esfuerzo, como si pesara quinientos kilos. No era esfuerzo, era pena.
En un par de segundos, los que transcurrieron entre que alzó esa maleta y sus ruedas tocaron el suelo, repasó mentalmente los últimos diez días.
Diez días en el paraíso. El primer vuelo, el viaje en ferry, la llegada a aquella casita en medio del pinar, asomada al Mediterráneo cada día, iluminada por la luna cada noche.
Aquella isla no se parecía a nada que hubiese visto antes.  Dos montes unidos por una estrecha franja de tierra. En cada uno de ellos, un faro. A uno, el más alto, lo llamaban La Mola. El otro, por apuntar directamente al sur, a las indómitas tierras africanas, lo llamaban de Barbaria. Desde el primero, o mejor dicho, camino hacia él, con sólo volver la vista, los ojos se inundaban de mar y cielo, compitiendo por ver quién es más azul. Camino del segundo, la mente evoca aquella imagen para el recuerdo de Lucía y el Sexo, Paz Vega alejándose del faro en aquella moto…y él imagina cruzarse con Lucía en esa pequeña carretera que lleva al infinito. Puestas de sol que duran para siempre en la memoria.
 Una aleta de buzo se escapa de la maleta. Azul intenso. Inmediatamente la memoria se llena de otro azul, entre turquesa y cielo, del mar de Cala Saona. Aguas de las de anuncio, límpidas y llenas de vida, donde el fondo marino se percibe igual a 1 metro o a 10 de profundidad, donde los peces son los únicos compañeros de playa en muchos momentos. Soñar despierto, esas siestas con los documentales de la 2, pero mejor que en 3D, el agua es de verdad, eres tú el que nada en el paraíso.
La espalda se resiente aún. El sol la castigó en aquella aventura desde Illetes, cruzando el pequeño estrecho a nado, hasta S´ Espalmador, para casi desaparecer enterrado en el fango de la salina, y regresar de nuevo en busca de la última lata de cerveza de toda la playa.
Noches de mojito en Es Pujols, paseos en bicicleta por Migjorn, scooters para ir a hacer la compra…
Noche de fiesta en Sant Francesc. Última noche en el paraíso. Hay fuegos artificiales en la plaza. Parece el guión de alguna película española sobre amores de verano, siempre acaban con alguna fiesta de pueblo.
Al recoger la maleta, casi roza la mano de la mujer de al lado. La mira. Aún casi no lo cree. La noche anterior, lo primero que hizo, fue escuchar su voz. Creyó que era la banda de turno…pero aquella voz…ya la conocía.
La reencontró en el aeropuerto, embarcaba en el mismo avión que él.
Marlango amenizaba la fiesta en Sant Francesc, Leonor Watling, tan bella como siempre…
¡y regresaba a Madrid en su mismo avión!

Esas cosas sólo pasan en las películas…y en sitios como Formentera. 
Tendré que regresar al paraíso algún día.




miércoles, 24 de junio de 2015

Veinti...últimos.


A algunos quizás les parezca ridículo. 
Otros lo entenderán perfectamente. 
Se acaban los veinti...y la siguiente parada son los 30.
Puede parecer un paso intrascendente...pero al menos para mí, no lo es. Tiempo de inseguridades, de crisis vitales cada 20 minutos, de sensación de vértigo y vacío, de no haber alcanzado nada de lo que te proponías, de no tener nada claro a dónde vas...
O de echar la vista atrás, y comprobar como has ido saltando uno a uno todos los obstáculos que la vida te va colocando, de como te has ido equivocando, pero aprendiendo de cada error, y de mirar hacia adelante con más esperanza que miedo...o eso creo.
En cualquier caso, esto es lo que siento...y así es como mejor me expreso...


Los que se piensan viejos, pensarán
que apenas acabo de empezar,
los jóvenes que vienen tras de mí,
aun tienen mucho tiempo para andar.

Y aunque no sean muchos, es verdad,
lo cierto es que fue duro el caminar,
subidas y bajadas, y al final,
seguir subiendo cuestas, nada más.

Pero un buen amigo me recuerda,
que los aciertos van ganando la partida,
que sólo pierde el que primero se retira,
y yo no tengo la intención de abandonar.

Que veintinueve solamente es una cifra,
que lo que importa es cómo eliges caminar,
en este viaje con billete sin destino,
que lo que importa es el camino, no llegar.

Y viajarás sin mapa, y dudarás,
mil veces no sabrás a donde ir,
sientes que el tiempo apremia, y que quizás  ,
llegaste a tu destino sin salir.

Y me siento perdido, cada vez,
que giro la cabeza, al comprobar,
que ha habido algún que otro traspiés,
que cien veces me he vuelto a equivocar.

Pero un buen amigo me recuerda,
que los aciertos van ganando la partida,
que sólo pierde el que primero se retira,
y yo no tengo la intención de abandonar.

Que veintinueve solamente es una cifra,
que lo que importa es cómo eliges caminar,
en este viaje con billete sin destino,
que lo que importa es el camino, no llegar.

domingo, 21 de junio de 2015

Azahar e incienso...deudas pagadas.

Amigo,
Te prometí que antes del verano te pagaría con una entrada. Pero como las normas nunca me han gustado demasiado, y si algo lo puedes hacer mañana, no lo hagas hoy, he esperado exactamente al día siguiente al cual vencía mi plazo, para pagar mi deuda.

Deuda eterna, impagable quizá, pero que pobremente intento saldar meses después, o años después, como queramos verlo, en estas escasas líneas, que difícilmente podrán aproximarse a la belleza de lo que vemos cada primavera por las calles de Sevilla.

Azahar en el aire y en el alma, incienso que anuncia cada maravilla a la que precede, hora tras hora, día tras día, durante una Semana entera, para que corazón y sentidos disfruten, admiren, se sobrecojan y extrañen cada momento que pasa ante los ojos pero que se queda en la retina, en la memoria y en el pecho, al menos, hasta el siguiente año.

Domingo de Despojado, que invita a despojarse del mundo, del ruido, del correr, para simplemente dejarse llevar, Despojado que a pecho descubierto invita a descubrir lo que después irá aconteciendo paso a paso. 
Para dejar que tus pasos te lleven al otro lado del Puente, a ese barrio sencillo y a la vez mágico, donde las cosas tienen otro color y otro sonido, y sobre todo otro andar, para seguir una Estrella que cruza el río, mostrando a la ciudad unas pinceladas de lo que sus ojos verán los días venideros. Domingo de Amargura que no amarga, sino que impresiona, por grandeza y sencillez aunadas en un mismo tiempo.

Lunes de Cautivo que libera a un barrio humilde, llevándolo a la grandeza de la Catedral, portando las ilusiones de miles de almas de San Pablo, esfuerzo, kilómetros y calor, que se hacen llevaderos con la promesa de disfrutar en la Magdalena a San Gonzalo, que viene repartiendo baberos desde lo más lejano de Triana, para abarrotar el Baratillo durante dos horas de esfuerzos recompensadas con un instante de belleza sin precio. Lunes de recogimiento tenso en la plaza del Museo, donde las Penas de San Vicente son vigiladas de cerca por el propio Museo, hasta que pueden seguir sus pasos dirección a la Campana.

Martes de calor y sufrimiento, de respiración contenida y de alivio desatado en la salida de San Esteban. Martes de sorprendente belleza, de momento especialísimo en Sor Ángela con San Benito, de boca abierta y corazón más abierto aún.

Miércoles que ya huele a nervios, por la cercanía de lo que ya llega, pero que sobre todo huele a pan. A pan y a azahar. A panaderos de Orfila entre naranjos en San Andrés. 

Y espera. Y descanso. Y preparación para lo que viene. Tarde de jueves en pago, maravillas que no podemos ver, como Los Caballos de La Exaltación, o ese olivo único de Montesión que parte desde Feria para preparar el corazón de los que esperamos esa madrugada durante todo el año. A veces los pies también necesitan un respiro.

Y por fin llega. 
Madrugá.
La Madrugá. 
Noche de Armaos Macarenos, de largas horas con iluminación de Luna y de cirios, de tambores, cornetas, silencios o maravillas musicales como Tres Caídas. Noche de esperas, de carreras, de cansancio y de euforia. De sonrisas maravilladas y de lágrimas emocionadas.
Noche de Gitano que camina tan despacio como bello, siempre con La Saeta marcando su camino. Noche de Macarena que colapsa Sevilla de nazarenos y de belleza sobria desde la Sentencia hasta la Esperanza.
Noche de Silencio con mayúsculas, con esa Cruz que no deja rastro, sino que apunta al Cielo, y noche de silencio en su máxima expresión, de Gran Poder racheando bajo el Postigo, para acallar gargantas y fijar la mirada en esas manos doloridas, pero inmensamente bellas.
Pero, por encima de todo, noche de Esperanza. De Esperanza que sale de Pureza, que trae la alegría desde Triana, con un Caballo que anuncia, caída tras caída, tres veces, la maravilla que se ve, se escucha y sobre todo, se siente. No se explica ni se describe. Sólo se vive. Saludo al barrio recorriendo la calle Larga, y al Baratillo al despuntar el día, para reunirnos en Santa Ana cuando el sol ya brilla bien alto, y acompañarla en los últimos metros de la noche más larga, de la noche más bella, hasta su casa de marineros.

 Viernes de dolor, de pies y de alma. De sueño acumulado, y de sueños vividos durante toda una noche. De sabor agridulce, de alegría por lo vivido, de tristeza por el año que aun nos separa de la próxima vez. El Cachorro nos despide en la plaza del Triunfo, Cristo de la Expiración, de una semana que expira, pero que a la vez inspira, tanta belleza, tanta ilusión, tanta Esperanza.

Y a contar días, a tachar fechas del calendario, hasta que de nuevo vuelva la primavera con el azahar, el incienso y las noches eternas de la próxima vez.




miércoles, 25 de marzo de 2015

Primavera

Me invitaste a compartir tu compañía,
y aun recuerdo algún detalle, quizá dos,
dos bebiendo en aquella casa vacía,
dos bailando como un pato en tu salón.

Y la tarde se fue yendo en un suspiro,
discutiendo sobre música y alcohol,
me ganaste alguna apuesta y varias uñas,
¿como quieres que ahora toque está canción?

Primavera  comenzabas con desgana,
21 casi ausente de color,
marzo llueve algunas veces en mi cama,
y la lluvia me recuerda tu calor.

Y aunque se que aquello fue solo un momento,
que mañana me dirás que fue un error,
se me han roto un par de muebles aquí dentro,
y no logro desprenderme de tu olor.

Despreciamos el reloj y la cordura,
y la brújula marcaba tu colchón,
y tu boca fue la más dulce locura,
el error más bello fue tu habitación.

Y aunque se que esto me va a doler un tiempo,
porque tu vienes de Marte, yo de Orión,
cuentan que ya han visto mis naves ardiendo,
fue tu guerra quemando este corazón.

Y a tu lado no dormir, pensando,
que la suerte me sonríe, y el olor,
de tu cuello, de tu espalda, estoy soñando...
Primavera que florece en mi balcón.


lunes, 16 de febrero de 2015

El Local

Llevábamos varias horas andando por la ciudad. De hecho, nos parecieron años. El último sitio donde estuvimos fue genial. Música de todo tipo, copas no muy caras, ambiente muy agradable...éramos como de la familia.
Hasta que llegaron aquellos extraños. Parecían buena gente, simpáticos, graciosos...pero poco a poco se fueron adueñando de todo el local...y no nos quedó otra opción más que marcharnos, invitados gentilmente por el dueño. Allí no había sitio para nosotros, gracias a los recién llegados.
Como decía, caminamos, recorrimos avenidas y callejuelas, preciosas e iluminadas, oscuras y poco cuidadas, y dejamos a ambos lados multitud de sitios nuevos y viejos, distintos, muy atractivos...o todo lo contrario. No entramos en ninguno. No eran de nuestro estilo.
Tras mucho andar, comenzamos a preguntarnos... ¿cuál es nuestro estilo? Nada de lo que veíamos nos gustaba, nada nos animaba a acercarnos, la calle nos parecía más atractiva, continuar andando, libres, sin rumbo fijo, a donde los pies nos llevasen.
Sin embargo, tras la esquina menos pensada, en el lugar más insospechado, lo vieron. Era un lugar llamativo...aunque no extravagante. Sin duda, era bonito, muy bonito. Y diferente. Lo que había en el interior...era una incógnita. Estaba cerrado a cal y canto, hermético tanto para entrar...como para dejar escapar a nadie.
No sabemos bien por qué, pero no lo pensamos, nos acercamos, como atraídos por la misma luz que atrapa a las polillas de manera irresistible e irremediable.
Y de manera inesperada, una puerta se abrió ante nosotros, invitándonos a  pasar. Nos miramos unos a otros, atónitos. Dudamos de que se estuviesen dirigiendo a nosotros. Pero sí, así era. Obviamente, pasamos sin mirar hacia atrás.
El lugar parecía aún más bello por dentro. Todo lo que veíamos nos agradaba, nos recordaba a algo, o tenía algo que ver con nosotros...o era justamente lo contrario a nosotros. La música era muy buena, la bebida de calidad, la gente era muy divertida... Fuera como fuese, aquel sitio nos encantó.
Por supuesto, volvimos. Todas las veces que pudimos...o que nos dejaron.
Aquel sitio, a la par que bello, era muy  peculiar. El lugar estaba dividido en, al menos, dos compartimentos bien separados por anchos muros y una estrecha puerta, bien custodiada por dos fieros "gorilas" de la noche. Nosotros sólo podíamos acceder al primero de estos compartimentos, el que estaba más cercano a la puerta de entrada. Intentamos entrar al segundo compartimento, pero aquellos custodios de la estrecha puerta nos dejaron claro, desde el primer momento, que aquel no era nuestro lugar, que ese día no íbamos a entrar...ni ningún otro día. 
A través de unas pequeñas ventanas, de cristales ahumados, adivinábamos qué se podía esconder tras aquella puerta. Más bien intuíamos, o imaginábamos. Nada más.
Seguimos volviendo, una y otra vez. El sitio nos gustaba cada vez más...pero siempre nos íbamos a casa con una extraña sensación de que nos faltaba algo. La atracción que ejercía sobre nosotros aquel reservado cada día era mayor. Queríamos entrar a toda costa, sin embargo, teníamos miedo a que aquellos dos gigantes nos partieran la cara y nos prohibieran la entrada siquiera a aquel primer compartimento más cercano a la entrada.
A fuerza de costumbre, nos habituamos a disfrutar del local, pero siempre con el miedo de querer ir un paso más allá...de volver a intentar acceder al reservado. Unos nos decían "disfrutad de lo que podáis, y olvidaos de ese otro sitio", otros nos insistían "tenéis que atreveros, tenéis que seguir intentándolo", algunos, quizás más realistas, quizás más pesimistas, nos animaban a desistir, a buscar otros locales donde no tuviéramos vetada la entrada a ningún apartado.
Pero a nosotros nos gustaba aquel local. Desde otros sitios nos invitaban, nos animaban a entrar, nos ofrecían jugosos descuentos y atractivas ofertas. Pero aun así, no podíamos dejar de pensar en aquel lugar, que nos había cautivado desde el momento en el que lo vimos. Que nadie se equivoque. No somos tontos. Sabíamos perfectamente que aquello, en algún momento, tenía que acabar. Sin embargo...probablemente éramos una buena pandilla de cobardes. Teníamos miedo a enfrentarnos a aquellos gorilas pendencieros que nos impedían la entrada al reservado que tanto deseábamos. Pero teníamos aún más miedo a perder toda opción de volver a aquel maravilloso local, de dejar de disfrutar de lo poco (o mucho, según se mire) a lo que teníamos acceso.
El tiempo pasaba, las visitas al lugar se repetían...pero nada cambiaba.
Mil y una veces nos juntamos entre todos, para reunir fuerzas y tumbar a aquellos matones. Dos mil  y una veces nos conjuramos para no volver nunca más a aquel sitio. Nunca hicimos ni una cosa, ni otra.
Y aquí estamos, sentados en este banco de este parque, cerveza en mano, reunidos mirando al cielo, pensando en que a menudo, lo que podemos hacer, lo que queremos hacer y lo que debemos hacer, suelen ser tres cosas bien distintas.
Y mientras pasa la tarde en el parque, quién sabe, lo mismo el local ha sido traspasado, alquilado, vendido a un buen comprador...o unos nuevos extraños están llegando para atreverse a lo que nosotros no...
Seguiremos pensando...o nos iremos a casa, que vienen nubes, y parece que va a llover.

jueves, 1 de enero de 2015

The Start

No quería escribir sobre el final. Los finales son cierres, no dan lugar a réplica. Prefiero escribir sobre principios.
Hoy ha comenzado un nuevo ciclo, un nuevo manojo de oportunidades, esperando a ser tomadas...o perdidas.
Atrás quedó un año largo,intenso, y en líneas generales,muy positivo.
Viajes magníficos (España, Francia, Escocia, Inglaterra, País Vasco -oh wait...eso es España aun,creo-), muy buenos momentos, conciertos, canciones, historias...y sobre todo, personas.
Un buen amigo trajo desde Londres un grato regalo, en forma de inglés veinteañero. Un nuevo fichaje para el club, con el que recorrimos parte de España, comimos, bebimos, reimos y aprendimos. Acabaríamos reencontrándonos en Londres, como no podría ser de otro modo. Y este año seguiremos escribiendo nuevos capítulos.
Y cuando el verano moría, la más afortunada de las casualidades hizo que otra persona, como siempre digo, diferente y especial, entrase en mi vida una noche de fiesta, para, según parece, quedarse por un tiempo...largo, espero y deseo.
Sólo con esos dos nuevos aportes, el año me deja un balance muy positivo.
En este año que hoy arranca, confío en seguir trazando caminos, con los nuevos viajeros de mi tren, y cómo no, con los que ya son viejos pasajeros. Algunos desde que el tren estaba apenas estrenado, otros desde hace menos tiempo...pero viajando igualmente en mi vagón de primera clase. Vosotros sabéis quienes sois...no daré nombres.
Dejo atrás el año de mi completa recuperación, de recibir el "alta" definitiva, contrastada y constatada. Aunque siempre quedarán las cicatrices, las heridas ya no existen, ya no duelen, ya no están. Y ahora vuelvo a estar completamente dispuesto para la lucha. Para volver a matar...o morir, tantas veces como hagan falta.
Comienza el año de la Esperanza, de dejarse ilusionar con lo que venga, de pelearlo si es menester y vale la pena, de recomenzar a vivir plenamente.
Porque al final los años no son buenos o malos...somos nosotros quienes los construimos día a día.
Por todo esto...ánimo, suerte...y esperanza para todos los que estéis leyendo esto.
Feliz 2015...comienza el viaje...