De sabios es reflexionar...



"Es muy peligroso, Frodo, cruzar la puerta", solía decirme. "Vas hacia el Camino, y si no cuidas tus pasos, no sabes hacia dónde te arrastrarán".

Frodo Bolsón, citando a su tío Bilbo.
El Señor de los Anillos. J.R.R. Tolkien

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Flandes. Día 5. ¡Hasta luego Bélgica!



Pues como en casi todo en la vida, ha llegado el final. 5 días de luces, mercadillos callejeros, Navidad, canales y torres, y belleza europea en estado puro. 5 días que no olvidaré. Este ha sido un viaje distinto a todos los que había hecho hasta ahora. Un viaje de no correr a ningún sitio, de disfrutar de cada paso, y de no sufrir con ninguno de ellos. De beber buena cerveza(buenísima, no se por qué no tenía constancia de la calidad de la cerveza belga...pero me temo que aquí he bebido las mejores cervezas que he probado nunca!), de dormir en buenos hoteles (hoy despertamos en una habitación casi tan grande como mi casa!), de pasear pequeñas ciudades admirándome una y otra vez con las maravillas que hay a la vuelta de cada esquina, y de sentir que el viaje acaba cuando debe acabar. Siempre me invade una sensación de tristeza al acabar estas aventuras europeas (de momento). Sin embargo, esta vez no. Me guardo y me llevo todo en la retina y en el alma (de viajero), pero me voy con la sensación de haber hecho y visto todo lo que he querido, de haber exprimido cada ciudad hasta su última gota (o casi, siempre hay que dejar algo para volver), y tengo ganas de volver a casa, de abrazar a mi peludo (cuantísimo le estamos echando de menos!) y de recordar la Grand Place de Bruselas, los canales de Brujas, las torres de Gante, de enseñar fotos y dar brasas con las experiencias vividas, y, aunque las patatas fritas, los gofres y las salchichas están muy ricas, de comerme un buen cocido y una buena tortilla.
Gracias Bélgica, gracias pequeña (los viajes en buena compañía valen doble, mi antiguo compañero,que anda ahora cambiando pañales, puede dar fé de ello, pero mi actual compañera me da tanto y tan bueno, que si no la nombrara en este diario, éste no valdría nada).
Nos vemos en España. Vaarwel, au revoir.

martes, 11 de diciembre de 2018

Flandes. Día 4. Gante, más historia que cuento.



Hoy sí, amanecimos tardísimo, hotel en la misma estación, ventajas y desventajas, estás lejos del centro, pero no pierdes los trenes ni queriendo. Y así nos despedimos con tristeza del cuento, de la magia y las hadas de los canales de Brujas, y a las 11 el tren ya nos llevaba a una cita con la historia...y más belleza. Gante, donde vino a nacer nuestro emperador más internacional y conocido, Carlos I de España, V para el Sacro Imperio Germánico. Ciertamente hoy sólo queda un pequeño vestigio del palacio donde nació, pero yo que soy meticuloso y algo friki, cierro un círculo a la inversa, tras visitar su última morada en Yuste, visito la primera en Flandes. Y el resto de la ciudad...más encanto, más belleza, reflejos de 3 torres que compiten en altura y belleza en las aguas del río Lys. Siendo justos, es cierto que Gante no es Brujas, no es un cuento de hadas en cada callejón, pero es historia, es medievo y es belleza indudablemente. Y sus cervezas...a la altura de sus torres. He de decir que vine bien aconsejado, y aquí me han aconsejado más.
Y ahora, a dormir, que sólo queda un día.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Flandes. Día 3. Piedra y agua.



No recuerdo ningún viaje, y ya son unos cuantos los que guardo en el recuerdo, tan relajado, sin prisas ni horarios, sin madrugones ni largas caminatas para recorrer kilómetros y kilómetros de ciudad. Sin embargo, éste es el tercer día, y las piernas, pese a todo, empiezan a pesar. Aún así, como ayer sospechaba, el peso se ha evaporado en cuanto hemos comenzado a recorrer Brujas a la luz del sol. La entrada a la ciudad es un estanque junto a un parque, que hace barruntar a los que nos acercamos al centro, sin descubrirlo en su totalidad, las bellezas que nos quedan por ver. Justo después, un pequeño paseo por el Beguinaje. Antes de llegar aquí, no tenía ni idea de quiénes eran las beguinas, unas buenas (y religiosas) señoras que dedicaban su vida a cuidar de los enfermos, y que vivían en estos recogidos lugares, en donde aún se puede percibir la paz y sosiego que reina en el lugar desde hace cientos de años. Y después, unos metros más...y comienza la auténtica maravilla. Casas centenarias, piedras medievales prácticamente intactas, plazas rodeadas del gótico más preciosista que se puede imaginar, olor a chocolate en cada calle... Las brujas siempre están ligadas, irremediablemente, a la magia. Brujas es igual. Mágica, congelada en el tiempo. Y si recorrer sus calles llena los sentidos, recorrer sus canales desde un barco, llena la imaginación, y sacia el hambre de belleza y arquitectura hecha arte. Y poco más...que es mucho más. Sin prisas, gastando la tarde en lo que es Bélgica pura: cervezas, patatas fritas, gofres, chocolate. Pequeños momentos que definen la felicidad en la sencillez. Nos despedimos de Brujas, ya que unas hordas ataviadas con bufandas rojiblancas han tomado la ciudad, creo que porque cierto equipo madrileño juega aquí mañana, y no gusto de mezclarme con esa gente...Así que mañana, más. Gante!

domingo, 9 de diciembre de 2018

Flandes. Día 2. De Europa a un cuento medieval.



Sienta bien no madrugar. Aunque se extrañe la cama, la almohada y el colchón. Así que sin madrugar del todo, y sin descansar tampoco del todo, comenzamos el día testando el metro de Bruselas, y comprobando que el nuestro...gana cualquier comparación , al menos contra los europeos que conozco. Pese a lo viejo y maloliente de los vagones, llegamos a la turistada del viaje. Un átomo de hierro, ampliado chorrocientas billones de veces, construido para la Expo de 1958 (según Wikipedia, of course). El Atomium. Impresiona, para qué negarlo. De allí, otra vez en metro, esta vez a la otra punta de la ciudad, para contemplar con nuestros propios ojos esos lugares que tanto oímos en la televisión, y cada vez tenemos menos claro para qué sirven. Dícese de Comisión Europea, Consejo Europeo, Parlamento Europeo...todo muy europeo y mucho europeo. Interesante, pero no bonito. Últimos pasos en la capital belga, entre palacios y museos, y tren para viajar a otra ciudad...o incluso a otra realidad. Brujas, Brugge, Brugse. Da igual el idioma. Es viajar en el tiempo, es trasladarse a un cuento de los Hermanos Grimm, es retroceder a la Edad Media. Y ya había anochecido. Perfecto para disfrutar de la Navidad mágica por estos lares. Pero dejando entrever que mañana, a la luz del sol (por fin dejó de llover!), este rinconcito belga tiene muchísimo más que darnos. Ahora, a reposar piernas y pestañas.

sábado, 8 de diciembre de 2018

Flandes. Día 1. Bruselas, la capital.


 El día ha comenzado pronto, muy pronto. Y el viaje inicial ha sido familiar. Manoteras. Pero hoy no esperaban 8 horas de tedioso quehacer timofónico. Hoy el viaje continuaba, unas cuantas horas más de aeropuertos, vuelos, paramédicos en el avión para poner a prueba nuestra paciencia...y al final Bélgica. Bruselas. Sin pretensiones, sin grandes monumentos a la espera de la ansiada foto. Y sin embargo, una gratísima sorpresa. Rincones con encanto a la vuelta de muchas esquinas. Una ciudad pequeña, pero muy distinta, muy europea...y muy bonita. Y luces. Muchas luces. Es que llega la Navidad. Y aquí se nota...sin turrones ni mazapanes, pero se nota. Es diferente...es frío, olor a vino caliente, lluvia y gofres. Estilo Bruselles o Liege. Da igual. Es Navidad más allá de los Pirineos. Y sin desmerecer lo nuestro...esto es especial. Niños meones, iglesia diferentes, cervezas...difícilmente igualables, vasos robados a modo de souvenirs, plazas que dejan la boca abierta...(y si hay espectáculo de luces inesperado...¡mucho mejor!)...y un día largo, lluvioso, relajado aunque cansado, y sencillamente, en su más amplio significado, perfecto. Mañana más capital...y rumbo a Brujas.


lunes, 1 de enero de 2018

Año nuevo...

Día 1. Estoy solo en casa. Ella está trabajando. No hay fiestas en lo suyo, la gente no deja de enfermar porque cambiemos de año. Tiene que seguir curando, cuidando y ayudando a gente que no conoce, que nunca vió y que quizá nunca vuelva a ver. Y mientras, el 2017 se fué. 2016 fue el año en que mi vida comenzó a cambiar, a mejorar, a tener más sentido. Este año, ya difunto, ha sido la confirmación. Hoy escribo esto desde mi casa, desde mi sofá, bueno, casi míos, el alquiler hoy en día es prácticamente un tecnicismo, y lo máximo a lo que podemos aspirar en cuestiones de propiedad, al menos de momento. Y aquí, en mi casa, en la que dentro de 3 días cumpliré 6 meses de nueva vida, también me cura a mí. Lo hace cada día, cada mañana que la veo al despertar, o cada noche siendo lo último que veo antes de dormir. Me cura de lo que sabe que tengo y de lo que no, de lo que conoce y de lo que sólo intuye. Pero me cura. Y ahora que está amaneciendo el nuevo año, ni quiero ni puedo pedir nada más. Se que lo bueno llega, lo veo cada día, lo siento cada mañana. Sólo tengo que seguir dejándome curar. El resto...vendrá por sí solo. Feliz año nuevo a todos...y gracias a ella.