Aquí os dejo un pequeño relato autobiográfico y algo melancólico...pero muy oportuno para estas fechas, y su versión resumida en 500 caracteres, a modo de reto de capacidad sintética, para un concurso de El País.
Dejaos llevar por la imaginación...y volad conmigo a Formentera.
VERSION RESUMIDA EN 500 CARACTERES...para los impacientes.
En segundos repasé mentalmente los últimos diez días en el paraíso.Dos faros unidos por una franja de tierra.La Mola.Barbaria.Ojos inundados de mar y cielo.Lucía y el Sexo,Paz Vega alejándose del faro en moto.Puestas de sol eternas.Aletas de buzo.Azul.Cala Saona,con aguas llenas de vida.Aventuras en Illetes.Cenas chinas en Es Pujols.Barbacoas hispano-holandesas.Fiestas en Sant Francesc,fuegos artificiales,actúa Marlango.Regresar a Madrid con Leonor Watling en el avión. Formentera...el paraíso.
VERSION COMPLETA.
Como siempre, su maleta salía la
última en la cinta transportadora. La recogió con esfuerzo, como si pesara
quinientos kilos. No era esfuerzo, era pena.
En un par de segundos, los que
transcurrieron entre que alzó esa maleta y sus ruedas tocaron el suelo, repasó
mentalmente los últimos diez días.
Diez días en el paraíso. El primer vuelo, el
viaje en ferry, la llegada a aquella casita en medio del pinar, asomada al
Mediterráneo cada día, iluminada por la luna cada noche.
Aquella isla no se parecía a nada
que hubiese visto antes. Dos montes unidos
por una estrecha franja de tierra. En cada uno de ellos, un faro. A uno, el más
alto, lo llamaban La Mola. El otro, por apuntar directamente al sur, a las
indómitas tierras africanas, lo llamaban de Barbaria. Desde el primero, o mejor
dicho, camino hacia él, con sólo volver la vista, los ojos se inundaban de mar
y cielo, compitiendo por ver quién es más azul. Camino del segundo, la mente
evoca aquella imagen para el recuerdo de Lucía y el Sexo, Paz Vega alejándose
del faro en aquella moto…y él imagina cruzarse con Lucía en esa pequeña
carretera que lleva al infinito. Puestas de sol que duran para siempre en la
memoria.
Una aleta de buzo se escapa de la maleta. Azul
intenso. Inmediatamente la memoria se llena de otro azul, entre turquesa y
cielo, del mar de Cala Saona. Aguas de las de anuncio, límpidas y llenas de
vida, donde el fondo marino se percibe igual a 1 metro o a 10 de profundidad,
donde los peces son los únicos compañeros de playa en muchos momentos. Soñar
despierto, esas siestas con los documentales de la 2, pero mejor que en 3D, el
agua es de verdad, eres tú el que nada en el paraíso.
La espalda se resiente aún. El
sol la castigó en aquella aventura desde Illetes, cruzando el pequeño estrecho
a nado, hasta S´ Espalmador, para casi desaparecer enterrado en el fango de la
salina, y regresar de nuevo en busca de la última lata de cerveza de toda la
playa.
Noches de mojito en Es Pujols,
paseos en bicicleta por Migjorn, scooters para ir a hacer la compra…
Noche de fiesta en Sant Francesc.
Última noche en el paraíso. Hay fuegos artificiales en la plaza. Parece el
guión de alguna película española sobre amores de verano, siempre acaban con
alguna fiesta de pueblo.
Al recoger la maleta, casi roza
la mano de la mujer de al lado. La mira. Aún casi no lo cree. La noche
anterior, lo primero que hizo, fue escuchar su voz. Creyó que era la banda de
turno…pero aquella voz…ya la conocía.
La reencontró en el aeropuerto,
embarcaba en el mismo avión que él.
Marlango amenizaba la fiesta en
Sant Francesc, Leonor Watling, tan bella como siempre…
¡y regresaba a Madrid en
su mismo avión!
Esas cosas sólo pasan en las
películas…y en sitios como Formentera.
Tendré que regresar al paraíso algún
día.
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