De sabios es reflexionar...



"Es muy peligroso, Frodo, cruzar la puerta", solía decirme. "Vas hacia el Camino, y si no cuidas tus pasos, no sabes hacia dónde te arrastrarán".

Frodo Bolsón, citando a su tío Bilbo.
El Señor de los Anillos. J.R.R. Tolkien

miércoles, 28 de octubre de 2015

Roma-Firenze Oct. 2015. Día 3. Firenze...única.

Es fácil quedar defraudado si se generan muchas expectactivas. Y las mías con Florencia eran muy altas. Sin embargo, se han visto más que cumplidas.
Hoy tocó madrugar más de la cuenta, para coger el tren en Roma Tiburtina rumbo Firenze St. Maria Novella sin contratiempos. Con una puntualidad más británica que italiana, el Frecciarossa llegaba a la hora prevista a destino. Desde ahí, mi primer intento ha sido ver el famoso David de Miguel Ángel, en el museo de la Academia. La cola que ya cubría media manzana me ha hecho desestimar la visita...y es que siempre hay que dejarse algo, para poder volver. Sumo a ese "algo" la galería Uffizi y su Nacimiento de Venus de Botticeli, por los mismos motivos. Librado de esperas, la primera parada ha sido el Hospicio de los Inocentes, orfanato histórico de Florencia, donde aun conservan la "ventana de entregas", afortunadamente ya tapiada, para dejar en el anonimato a los recién nacidos inoportunos. Desde ahí, mis pasos se han dejado guiar por la omnipresente cúpula de Brunelleschi, hacia la catedral, Santa Maria del Fiore. La belleza exterior de esta catedral, adornada en mármol de los tres colores de la bandera italiana, contrasta con la sobriedad y simpleza de su interior, y resulta llamativo precisamente que no lo sea.
Buscando por tanto algo que sí lo fuese, me he dirigido a la Basílica de Santa Croce. Esta iglesia cercana al Arno guarda tesoros que pocos conocen, a juzgar por la ínfima cantidad de visitantes con los que me he topado. Pero lo más sobresaliente de dicha iglesia son las tumbas de tres genios reconocidos universalmente. Galileo Galilei, acusado, perseguido y finalmente "perdonado" por la Iglesia, tiene aquí su reconocimiento, pese a descansar "eternamente" durante un buen tiempo en una capilla escondida y minúscula de la iglesia, hasta ser trasladado a su lugar actual. Nicolás Maquiavelo, pese a su apellido, tambien encuentra su reposo en esta basílica. Y por último, ayer disfrute de una de sus obras cumbre, en la Capilla Sixtina, y hoy he podido presentar mis respetos en su tumba a Michelangelo Buonarroti. Impresionante también el túmulo (pero no tumba real) a Dante, y la figura precursora que sirvió como modelo para la famosa Estatua de la Libertad de Nueva York.
Una vez finalizada la visita a Santa Cruz, el hambre ha hecho su entrada en escena, y deambulando de un lugar a otro, me he topado con un puesto callejero donde servían "panino con lampredotto". La curiosidad y la buena pinta que tenia el bocadillo me ha hecho degustar uno de los bocados típicos de Florencia. Realmente son callos cocidos con salsa verde y picante, en bocadillo. Callos a la florentina. Muy buenos, y si los comes sentado en la Logia de la Signoria, bajo la estatua de Perseo frente al Palacio Vechio, saben mucho mejor. Con el estomago restaurado, he ido a cumplir con la tradición de dar una moneda de comer al Porcellino, para asegurarme la vuelta a Florencia. Desde ahí, a través de la Piazza de la Signoria y los Uffizi, he desembocado en la orilla del Arno, al que he acompañado hasta el precioso Puente Vechio. Es una maravilla verlo de lejos, con las joyerías adosadas a sus costados, y es un viaje al pasado atravesarlo, imaginando los duelos a florete que más de una vez se habrán librado en él. Una vez cruzado el Arno, los pasos a través del barrio de Oltrarno me han llevado a la casa de los Médici, el Palazzo Pitti. Y desde ahí, siguiendo la ribera sur del Arno, poco a poco he ido ascendiendo hasta la Piazza de Michelangelo.
He gastado un par de horas en ella, y aun me han parecido pocas. Sin nada que hacer, solo disfrutar. Una bolsa de patatas sabor carbonara (hemos de importar esto), 3/4 de litro de Birra Moretti, una guitarra de fondo, y a mis pies Florencia anocheciendo poco a poco. El hechizo estaba hecho. Contra mi voluntad, una vez escondido el sol por completo, he desandado mis pasos, redescubriendo la ciudad de noche, más bella aun si cabe. Finalmente, cumplida visita al estadio de la Fiorentina, Artemio Franchi, he cogido mi tren de vuelta a Roma en Firenze Campo Di Marte. Un día largo...pero inolvidable. Grazie Firenze.
Mañana no viajamos en tren...¡viajaremos en el tiempo!

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