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Sin embargo a menudo solemos perder de vista algo muy importante.
Los destellos. Destellos de felicidad, momentos efímeros, pero que sin embargo, van componiendo nuestra vida a su antojo, desbaratando planes y trazando nuevas lindes. Una cena, un semi-improvisado botellón con amigos, una escapada a quién sabe dónde, una canción, un poema, un libro, una película, un beso, una cama compartida, la sonrisa de un niño, un billete en el bolsillo cuando no se le espera...pequeños momentos...
Son como estrellas fugaces, duran sólo un instante, iluminan el cielo en la oscuridad de la noche, y tan rápido como nacen mueren, dejando en nosotros la extraña sensación de no saber si realmente hemos visto algo auténtico, o nuestros ojos nos han jugado algún tipo de broma óptica.
Dejémonos de tonterías. Disfrutemos de todas y cada una de las estrellas fugaces que pasen por delante de nuestros ojos, porque su vida es casi ilusoria, pero su efecto es duradero, y, al fin y al cabo...¿quién no ha pedido un deseo en una noche de verano, al ver un halo de luz efímero cruzando el cielo nocturno?
¡Coleccionemos estrellas fugaces!
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